Sobre El juego del calamar

No suelo escribir sobre series. A diferencia de las películas, en las series, siempre que hay algo que se me escapa. Mas allá de la diferencia de extensión, las series suelen solucionar esa angustia de ingresar a un zapping eterno. Varias noches están resueltas si la propuesta se divide en 10 o 12 capítulos.

Por eso, lo primero en lo que me hace pensar El juego de calamar (que tiene 9 capitulos y es gran exito por estos dias) es en Pasolini, y en sus “Escritos corsarios”, que pronto cumplen 50 años, y que reúnen en forma escrita impresiones sociales y politicas del director italiano, enorme pensador de su tiempo. Lo que plantea Pasolini sobre el Fascismo o las revoluciones de Derecha, la Democracia, las relaciones con las Tecnologías y la Cultura de masa cuando el mundo era otro, en el lejanísimo 1973, anticipan lo que pasará en un siglo que este hombre nunca vio.

Y pienso en todo ese andamiaje de palabras de Pasolini porque en estos tiempos post, El juego del calamar aparece como una serie sobre el fascismo post. Está producida en Corea del Sur, país que ha sabido vender universalmente su industria cultural a nivel global: música, animación, películas y series, incluso aún mostrando sus terribles desigualdades. Las que evidencia el Suneung, por ejemplo, examen de ingreso a la Universidad para el cual se prepara a los niños y adolescentes coreanos desde su infancia: un porcentaje pequeño de los estudiantes accederá finalmente a los estudios universitarios.

Como un juego, ganará el mejor. En todo caso, el joven coreano que haya pasado por la educación superior (la más prestigiosa es la Universidad de Seúl) tiene más herramientas para enfrentar el duro mundo al que es lanzado; en cambio el “ignorante”, en su pobreza y fracaso, gira en círculos y las únicas relaciones firmes son las familiares (no voy a hablar otra vez de Parásitos). Corea del Sur, tal vez es el mejor alumno actual del capitalismo postpost.

Ahora bien, en este mundo despiadado que vivimos ¿qué persona tiene más valor?: ¿la que tiene más o menos masa corporal?, ¿la que sabe cocinar?, ¿la que conoce sobre vidrios templados?, ¿la que tiene más memoria? ¿más fuerza?, ¿más picardía? ¿más sinceridad? ¿mas humanidad? ¿más conocimiento de medicina? ¿más dinero? ¿más ética? Sobrevivir es la consigna (sobrevivir literalmente) habrá que poner a medir en algun momento alguna de estas construcciones sociales, pero tambien habrá que tener alta cuota de suerte. Entre lo que vale alguien y la suerte que tiene se construye esta sociedad individualista que se mueve detras de una bola transparente de dinero.

Los puntos eficaces que despliega El juego del calamar son varios pero muy puntales. Por ejemplo, lo siniestro detrás del juego infantil tradicional: los colores llamativos, las muñecas gigantes, los juegos de plaza, la arena iluminada por un sol metálico, mitad artificial, mitad natural. Principio y final, la infancia es el lugar de los buenos sueños en los cuentos de hadas pero tambien en los de brujas. Orden y simetría en lo horroroso.

Varias subhistorias dentro de la historia central además de un primer capitulo melodramatico, que hay que atravesar, y que desarrolla las miserias de los personajes principales: el tema tremebundo de la venta de órganos, los occidentales (los VIPs) a los que no se les ve la cara (salvo a uno), un policía que se transforma en verdadero héroe solitario

Y obviamente una suerte de ficcionalización de los programas televisivos de juegos que aquí son seis y que logran la suficiente energía adrenalínica para que el relato funcione.

El juego del calamar es al dia de hoy una serie record de audiencia a nivel global. Más allá de su brillo y su superficie, construye una metáfora deslumbrante de nuestros tiempos ultracientificistas y racionalistas, neodemocráticos y de post pandemia.

No la dejen pasar.

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